Los firmantes de esta reflexión sobre España somos un grupo de militares de la más variada procedencia y graduación, además de un grupo de mujeres, esposas y viudas del Ejército de Tierra, Marina o Aire, y otros adheridos pertenecientes a la gran familia militar. No tenemos otro procedimiento para hacernos oír que la publicación de este texto en los medios de comunicación que accedan a insertarlo. Todos tenemos en común la profesión, o relación con ella, y tres ideas fundamentales que llevamos clavadas en el alma: Dios, Patria y Ejército. En este grupo se incluyen nuestras familias con las que compartimos estos mismos ideales.
Vemos con auténtica tristeza que nada ni nadie se opone a la campaña que desde hace unos años se ha desatado sobre la sociedad española tendente a sacar a Dios del alma de nuestra Nación, del alma de las familias españolas. Obras de teatro blasfemas, películas insultantes para nuestras conciencias cristianas, tertulias que hacen burla de nuestra fe y programas anticristianos, son normales en cadenas de televisión estatales o autonómicas. No faltan tampoco las exhibiciones pornográficas ni los brutales ataques a la Iglesia Católica, en muchos casos subvencionados por entidades institucionales, como es la anual exhibición blasfema en la cabalgata del llamado “Día del Orgullo Gay”.
Nos entristece e indigna la actitud de los poderes estatales y autonómicos, y nos sorprende la actitud, en muchos casos, poco combativa de la Jerarquía de la Iglesia Española (Iglesia somos todos) que a veces parece temerosa de perder lo que algunos consideran privilegios, y que no son tales, porque obedecen a una tradición y a unos tratados firmados con la Santa Sede.
Las gigantescas concentraciones de fieles en las visitas del Papa muestran que gran parte de España sigue siendo católica, pero nosotros, católicos con “fe de carbonero”, comprendemos que no es fácil desenvolverse en un Estado que presume de laico militante y que trata de arrancar a Dios de las aulas de los centros de enseñanza, pero esta comprensión no nos impide pedir a la Iglesia una actitud más combativa.
Nos parece, cuanto menos tibia, la actitud de gran parte de esta Iglesia Española ante la Historia reciente que engloba la mayor persecución religiosa de la historia de la Humanidad. Las declaraciones de algunos obispos y sacerdotes nos producen decepción y sonrojo ¿Cómo es posible que haya que mendigar de iglesia en iglesia para decir una misa en el aniversario de la muerte del Generalísimo Franco, que fue restituyó y reconstruyó sus templos, seminarios y bienes arrasados o saqueados durante una II República que hoy se pretende “santificar”?. ¿Han olvidado que ese régimen puso en manos de la Iglesia la educación de los jóvenes españoles? También queremos y necesitamos una actitud más valiente e incansable de la Conferencia Episcopal en temas candentes, como el del institucionalizado crimen del aborto.
España, nuestra Patria, está atravesando un momento seriamente delicado. La unidad de España, que tantos siglos y sacrificios necesitó para consolidarse, está en un serio peligro. El Estatuto Catalán encierra todos los “mimbres” para que en un futuro próximo el Principado de Cataluña se independice. El mismo camino lleva el futuro Estatuto Vasco. Uno y otro inspirados en falsas reivindicaciones y auspiciados por partidos separatistas, que en el caso vasco se agrava por hallarse detrás una organización terrorista. El reciente festival separatista que hemos visto en un campo de fútbol, ante las miradas condescendientes de los presidentes autonómicos catalán y vasco, y la nula reacción institucional, nos muestra la profundidad del pozo en el que estamos cayendo. Después llegarán los estatutos gallegos, valencianos, mallorquines, canarios... directamente “traducidos” del modelo catalán, estatutos a los que la derecha política se adhiere de forma suicida.
Nosotros creemos que nuestra Patria puede salvarse si los españoles despertamos de una vez y nos damos cuenta de lo que se está jugando España en manos de unos políticos profesionales que, sin mandato constitucional alguno, hacen de nuestro viejo solar el arcón de sus ambiciones de poder. Si en aquel año lejano en que se votó la actual Constitución Española se hubiera dicho que lo que se votaba iba a traer los lodos estatutarios actuales ¿se habría aprobado? ¿No ha sido el pueblo español engañado, por unos inconscientemente, y por otros con plena conciencia de sus objetivos disolventes de la denominada Patria común? Si en aquellos años se hubiera dicho que ofender a la Bandera de España no era delito, que esa Bandera iba a quemarse impunemente en ciertos estadios de fútbol o que iba a desaparecer de Ayuntamientos y hasta de plazas de toros de España, que se iban a arrasar los Monumentos a los Caídos... ¿se habría votado la Constitución? Nosotros mostramos nuestro disgusto, por decirlo de manera literaria y suave, y adelantamos que no admitiremos un final deshonroso para nuestra Patria.
España no puede desaparecer por arte de magia gracias a unos coyunturales profesionales de la política. La situación increíble a la que se ha llegado en las Vascongadas, y también en Navarra, de la que se quieren apoderar, así como el dejar hacer a los resentidos nacionalistas catalanes para hacer desaparecer “lo” español de nuestro Principado, es responsabilidad compartida de la derecha y de la izquierda parlamentarias. Hoy esa derecha trata de dar marcha atrás a sus errores pasados, pero indudablemente con notable retraso. Y también observamos con profundo disgusto algunos gestos incomprensibles y los descorazonadores silencios reales.
Calvo Sotelo, cuyo asesinato apenas si aparece en esa rara “memoria histórica” institucional, dijo que el Ejército era la columna vertebral de la Patria, lo que a algunos provoca una risa nerviosa, pero han pasado los años y la frase del diputado asesinado se ha mantenido incólume. Si esta columna vertebral de la Patria enferma, se reblandece o se pudre, la Patria se derrumba. Quizá sea éste el objetivo de muchos porque, pese a todo, la existencia del Ejército es una garantía para la existencia de España. Al Ejército se le ha amordazado de forma anticonstitucional, y se le ha convertido, además de mudo, en un ente sordo y ciego. No existe organismo ni institución oficial alguna en esta democracia que nos represente. Cualquier grupo o gremio, incluidos los emigrantes o los okupas, tienen medios que expresen o acojan sus aspiraciones o quejas libremente, sin cortapisas; el Ejército, no. El “Mando”, la denominada “Cúpula”, sólo interviene en temas de servicio, y de forma muy limitada, porque se ha dejado maniatar por el poder hasta el punto de no haber dejado oír públicamente su voz ante la maniobra desintegradora del Museo del Ejército; el abandono del de Montjuich a su propia suerte; la destrucción de placas y monumentos castrenses, posiblemente con recuerdos de sus propios padres o abuelos; el permitir sin mover un músculo el final precipitado del servicio militar obligatorio por razones exclusivamente electoralistas; cambiar los versos de un poema a los Caídos para no molestar a los nacionalistas… ¿Hará algo ese “Mando” cuando se ordene suprimir la Oración de los Caídos, las tradicionales misas en celebraciones castrenses o los ascensos por antigüedad? Por simple odio, o rencor no contenido, se ha ofendido y despreciado gravemente a la familia militar quitando el monumento ecuestre dedicado al Generalísimo Franco en la Academia General Militar de Zaragoza, de la que fue su primer director y modelo de virtudes militares. Gran parte de los que firmamos esta reflexión fuimos educados en esa Academia a la que prestigió y dotó de inmarchitable espíritu. Nosotros no vamos contra la disciplina, que defendemos porque nos consideramos libres, vamos contra la humillante sumisión sin más. La disciplina es algo más noble y más profundo. El Ejército debe y puede hablar.
El Ejército, hoy FFAA, es una carta en la baraja del juego político, pero el que tuvo retuvo, y gracias a sus reducidos y silenciados cuadros de auténticos profesionales de la milicia y del honor, vigilados y observados con antipatía y recelo por muchas instituciones del Estado, se mantiene la esperanza de que España no se desintegre. Ni la política partidista de los ascensos selectivos ni determinados altos cargos bien remunerados, podrán exterminar el espíritu de nuestros compañeros en activo que, a Dios gracias, siguen siendo una pesadilla para las tramas y planes antiespañoles vigentes. Confiamos en ellos y ellos lo saben.
Nos oponemos a la falaz campaña cainita de la “Memoria Histórica”, así como a la condena de un régimen que es Historia, nuestra Historia, y en el que servimos con lealtad y entusiasmo a España en el Ejército de forma generosa y sacrificada durante gran parte de nuestra vida militar. No aceptamos la inicua ley de “Memoria Histórica”, que más que un absurdo intento de reescribir la Historia, es un gravísimo error cuyas consecuencias pagarán los sectarios legisladores con la recreación de las dos Españas, que es quizá lo que pretenden. No olvidamos que cualquier condena es una ofensa a nuestros ideales y a nuestras Hojas de Servicio, condena que ninguno de nosotros va a aceptar ni a tolerar.
Estamos con las víctimas del terrorismo, con las miles de familias destrozadas por una banda de asesinos. Todos los firmantes de estas reflexiones somos de alguna forma víctimas de ese terrorismo, pues son centenares los familiares y compañeros asesinados por servir a España hasta las últimas consecuencias. Son ya miles los muertos y mutilados cuya sangre demandará Justicia hasta el final de los tiempos. No se debe negociar con asesinos, porque consensuar una presunta paz con asesinos es una monstruosidad.
No somos nostálgicos porque defendamos nuestro pasado, nosotros miramos hacia el futuro, porque queremos que España vuelva a ser la Patria de todos los españoles con un horizonte limpio y con un destino común.