miércoles, noviembre 08, 2006

Homer Simpsons of the world united

Llevo todo el día leyendo sobre las elecciones de ayer. Dentro de un cuadro sombrío, hay muchas cosas buenas, espero poder escribir sobre algunas pequeñas victorias aquí y allí (empezando por mi estado adoptivo, South Dakota). Sin embargo, quería llamar la atención sobre la peligrosa tendencia a la que apunta este artículo de Slate sobre el triunfo del nacionalismo económico:

"There is an important distinction to be made between economic populism and economic nationalism. Many of Tuesday's Democratic victors stressed familiar populist themes: the little guy against the big guy; corporate misbehavior; and tough times faced by working people. Al Gore ran in 2000 as an economic populist and so, implausibly, did John Kerry in 2004. Raising the minimum wage (which Republicans stupidly failed to do before the election) is a classic populist position. Opposing Bush tax cuts for the wealthy is another. But in places where Democrats made their most-impressive inroads this year, one heard a distinctly different message of economic nationalism. Nationalism begins from the populist premise that working people aren't doing so well. But instead of blaming the rich at home, it focuses its energy on the poor abroad. The leading economic nationalist today is probably Lou Dobbs, who on nights other than Election Night natters on against free trade, outsourcing, globalization, and immigration on CNN."

Da igual que, como explica el artículo, se hayan perdido 200.000 empleos en manufacturas en Ohio desde el 2000. Precisamente los EE.UU. ofrecen una movilidad social sin precedentes y unas posibilidades para reinventarse a uno mismo que son puramente utópicas vistas desde Europa. En una economía en expansión como la del final de los noventa y muchos trimestres de las presidencias de Bush, alguien que pierde su trabajo en un sector puede perfectamente aprovechar el capital humano que él mismo lleva consigo y mejorarlo mediante todo tipo de iniciativas educativas, empresariales y de adaptación a una nueva economía que no dependa de las actividades relacionadas con la "Segunda Ola", que diría Alvin Toffler. En la era de la información, en la Tercera Ola, todo tipo de oportunidades se abren para las regiones y economías que se sacan de encima el peso de lo industrial o que nunca lo tuvieron. Piénsese en Baviera, por ejemplo, el Silicon Valley europeo, mucho más próspera que la carbonera Renania, o en la explosión india en el campo del software. Sin el peso muerto de la industria una economía floreciente puede hacer un upgrade del 2.0 al 3.0 en beneficio de todos.

Puede hacerlo... si quiere hacerlo. Sin embargo, recuerdo ese episodio en el que Homer Simpson ha de ir a la universidad para mantener su trabajo, un trabajo que ya sabemos todos perfectamente con qué falta de dedicación y eficiencia realiza. Los resultados de Homer en la universidad son absolutamente penosos, y solamente en un mundo de dibujos animados alguien tan incompetente podría mantener su empleo. Sin embargo, en el mundo real los Homer Simpsons abundan y su incompetencia lastra el desarrollo económico, con una falta de preparación que además no se preocupan lo más mínimo por corregir. La competencia con el exterior es beneficiosa porque los elimina de la actividad económica y al purgar a la economía de elementos muertos la hace más fuerte. Mientras mantengan sus empleos, su ineficacia infecta la economía, una economía que además ponen bajo el control de los políticos que satisfacen sus necesidades para que no tengan que hacer ningún esfuerzo para mejorarse a sí mismos... aunque con estas políticas tampoco permitan que otros miembros más activos, dotados y emprendedores desarrollen una benéfica actividad mucho más creativa que la mera producción en cadena. Para qué diablos quieres la universidad, pensarán seguramente todos esos Homers, si siempre tienes el recurso a la cabina electoral...

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

¡ALBACETE ANTIFASCISTA SIEMPRE!

6:21 p. m.  

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