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Como el Festival de Almagro lo tengo más visto que el TBO y me ha costado resistirme a la afectuosa insistencia de dos amigos barceloneses, he estado pasando una semana y media de teatro, espectáculos y agitadas discusiones políticas en la ciudad condal. De mis huéspedes hay mucho que hablar: uno de ellos es director de sucursalilla de una renombrada “Caixa” local (no, no ESA), con una inclinación al nacionalismo progre (que no le impide expresar su admiración secreta por Alberto Boadella), simpatías maragallistas que han dado lugar a encendidas discusiones políticas que no han ido a peor gracias a la labor de interposición de su esposa (que por cierto es cuencana). Pero las leyes de la amistad y hospitalidad y que gracias a él encontramos las mejores entradas para toda clase de espectáculos a última hora me impiden llegar a más, aunque él no lea blogs. Mi otro amigo en la ciudad condal es tal vez el personaje más peculiar que he conocido en mi vida, le dedicaría un larguísimo post de no ser porque sé que detesta y desprecia a los blogueros (si supiera).
La ciudad ha cambiado mucho en estos años, y he de decir que las siniestras noticias que hemos ido recibiendo desde la llegada del tripartito calaveras me hicieron temer una situación muchísimo peor de la que he visto. Me informo gracias a una interesantísima bitácora liberal que ejerce una gran labor en informar de los desmanes del nazionalismo desde el centro del cogollo. Sin embargo, creo que hay razones para el optimismo. Pasea uno por el centro de la ciudad y oye hablar en castellano, puede uno entrar en librerías y cafés y se le atiende en castellano, se puede acudir a representaciones teatrales en castellano. En un cine donde esperábamos ver el estreno de ese infame bodrio llamado Zulo , alguien en la fila de delante comenta que las películas en castellano deberían ir subtituladas en catalán. “No seas burro”, le contestan sus amigos.
Saco a colación estas anécotas porque levan a la conclusión evidente de que la acción individual y la empresa privada habrán de ser los bastiones irreductibles de la defensa contra los dislates de cuatro politicastros y sus descerebrados seguidores. El discurso individual siempre será parte de un dominio soberano que la acción ejecutiva de las pseudoburocracias que nos gobiernan desearía controlar. La defensa contra el nacionalismo y todos los demás totalitarismos (comunismo, nacionalsocialismo, islamismo) deberá partir siempre de la conciencia y el raciocinio individuales. Es la conciencia de esta unidad básica, el individuo pensante, lo que nos convierte en personas libres. La empresa privada, por otro lado, se rige por el propio interés y la búsqueda del beneficio. La administración pública puede intentar forzarnos a usar el catalán porque sabe que no hay alternativa, pero el comercio privado es consciente de la existencia de alternativas y por ello necesitará mantener la opción lingüística mayoritaria y por lo tanto más económicamente útil. He de decir que a uno de mis huéspedes esta línea de razonamiento no le hizo mucha gracia.
En materia de espectáculos, el premio se lo lleva la adaptación de La Furia dels Baus de la inmortal obra de Kafka “Las Metamorfosis”. Después de haber hecho vomitar a la crítica y al público (y no sólo metafóricamente) con “XXX”, la Furia se ha vuelto más modosita y presenta el retrato de un proceso de degradación individual y de su efecto sobre el entorno inmediato. Es de lamentar, sin embargo, que al enfatizar el aspecto familiar del drama se hayan dejado sobre el tintero la reflexión sobre la condición casi patológica del yo artística que ha hecho tan justamente famosa a esta obra. Sin embargo, resulta interesante el cambio de enfoque, ya que la versión escrita nos forzaba a contemplar los eventos desde la perspectiva de Gregorio Samsa, mientras que la dramatización del hecho (asistida por un interesante uso de la cinematografía en combinación con la acción escénica) nos permite contemplar la interacción de los individuos alrededor de esta enigmática figura.
Por último, no podía irme sin un recuerdo. La edición española de la memorable “trilogía del catalanismo” de Els Joglars. El pequeño ejemplar de Cátedra se recortaba junto a la mayestástica edición en tapa dura de Proa (probablemente subvencionada) donde estas obras maestras no aparecen. Curiosamente (o no) resulta imposible encontrarlas en catalán, como lamenta mi amigo, el banquero nacionalista. Le pregunto si esto no le hace pensar, y me voy contento del feudo maragallista pensando que tal vez he sembrado una semilla.