martes, junio 06, 2006
domingo, junio 04, 2006
Nihilismo para adolescentes
La cadena MTV lanzó hace días un vídeo en el que una supuesta asociación carpetovetónica hacía un canto a la castidad durante el noviazgo. Cuatro jóvenes frikipijos, dos chicos y dos chicas, interpretaban la ya famosa canción para regocijo de la audiencia. "Amo a Laura, pero esperaré hasta el matrimonio", cantan en una de las estrofas, en medio del descojone general.
La campaña ha sido un éxito brutal, con el vídeo encabezando las listas de los más descargados de internet. Pero no se trata de una apuesta arriesgada que cuestione lo establecido con sentido del humor –ante lo que cabría quitarse el sombrero, en honor al ingenio de sus creadores–, sino de un canto que no desafina lo más mínimo entre el balido general del rebaño. Esa ha sido precisamente su virtud, identificar una idea compartida por los consumidores de cultura de masas y exaltarla ridiculizando la concepción opuesta. A remolque del famoso vídeo ha aparecido una versión pornográfica, en la que sus autores, con la riqueza léxica característica de las generaciones LOGSE, sustituyen la primera parte del título original por el presente de indicativo del verbo "petar". Viva la filología.
La idea central de la campaña en conjunto, es despojar al sexo de todo condicionamiento moral y hacer de la promiscuidad un valor deseable acorde con los tiempos. La clave es desmontar la idea de la responsabilidad. Los jóvenes que practican el sexo indiscriminado, al contrario que los de mi generación, no tienen ya que preocuparse por las consecuencias de su decisión personal. Para eso ya está Papá Estado, que primero les prepara para las relaciones sexuales en la preadolescencia, enseñándoles a colocar un condón en un pene de plástico, y más tarde les proporciona los métodos para solucionar los pequeños inconvenientes que a veces ocurren, como los embarazos no deseados.
Hoy Pablo Molina escribe un artículo necesario. Las fuerzas progres que tienen secuestrada la cultura intentan ocupar todo el territorio, infiltrarse hasta la mesa del desayuno de muchas familias, los momentos más íntimos de dos personas que, seguramente, en vez de comunicarse y vivir su amor responsablemente se comportarán como MTV-Prisa quiere, es decir, no como Laura. Las Antilauras y Antilauros los tengo a patadas en mis clases, y encima pretenden contaminar a todo el mundo.
sábado, junio 03, 2006
Un ataque de seny
Soy muy escéptico en lo que se refiere al futuro próximo de las tierras condales, y ya sé que un día de sol no hace estío, pero con el despiporre y desgobierno que ha traído el tripartito, no sería de extrañar que a la población le diera proximamente algún nuevo ataque de seny.
(P.S.: Nunca supe si se pronuncia "sén" o "señ").
viernes, junio 02, 2006
Bienamada
Qué poca sorpresa, qué decisión tan facilona y políticamente correcta la del New York Times al declarar Beloved la novela norteamericana más importante de la historia. Toni Morrison, ídolo y cuasiobjeto de deseo de la edulcorada (en múltiples niveles) y ubicua Oprah Winfrey, es un ejemplo clásico de gran promesa echada a perder.
Beloved, publicada a finales de la década de los ochenta, es una muestra más del pus literario que vino a empañar los que quizá fueron los años más felices de la historia de EEUU. Toni Morrison utiliza a su protagonista como coartada para rascar en las cicatrices del pasado hasta dejarlas en carne viva para delectación abyecta de un público americano amaestrado en la autocrítica de compromiso y la autoflagelación ciega. No en vano la protagonista es una antigua esclava acosada por la reencarnación de su hija muerta. El fantasma, evidentemente, representa la incapacidad de cerrar un pasado doloroso y traumático. La prestidigitación literaria de Morrison, sin embargo, consiste en implicar que la experiencia de una mujer traumatizada por la esclavitud es de algún modo equivalente a los ejercicios de recuperación de la memoria histórica del colectivo negro 125 años después. No, amiga, no: con todo el respeto por su arte narrativo, que lo tiene, pero se le ve el plumero.
La novela tiene momentos sublimes: Sethe lleva a la práctica el glorioso “Give me liberty or give me death” al preferir degollar a sus hijos antes de que éstos sean devueltos al sur del río Ohio en cumplimiento de la infame Ley de Esclavos Fugitivos. Como resultado, la protagonsita, Sethe (el nombre es un juego de palabras que combina la feminización de Seth y el verbo seethe, “ser presa de una agitación violenta”) vive acosada veinte años después por el terror de esa decisión suprema. Las descripciones que hace Morrison de la somatización del trauma, la manifestación física del dolor interior, alcanzan unas cotas de perfección estética que no se veían en las letras occidentales desde el postnaturalismo de Marguerite Yourcenar o Michel Tournier.
Pero la novela desciende al infierno de lo cursi con el sentimentalismo facilón de unos personajes femeninos que piensan más con las tripas que con el cerebro (¡esa obsesión con los dulces!). Esta ficción moderadamente inteligente bordea el ridículo con propuestas pseudofilosóficas como “what is fair is not always right”, pica-pica para el pensamiento progre. Ya no hablemos del racismo cutre que comparten todos esos personajes que repiten “whitepeople” una y otra vez, como si no supiéramos que Toni Morrison está pensando en “white trash”, la misma basura blanca que, mira tú por donde, compra sus libros como rosquillas y la mantiene en las alturas del olimpo literario.
En última instancia, es la comunidad la que salva a Sethe, la misma comunidad que la ha designado como lo abyecto y la ha condenado durante años al ostracismo aparece como un Deus ex machina chirriante del teatro clásico y exorciza al fantasma justiciero de paper-maché. Épica a la Oprah Winfrey (que no en vano protagonizó una versión fílmica aún más desbarrada que ni el saber hacer dramático de Danny Glover pudo salvar) con la que los progrecitos del New York Times pueden ir a dormir tranquilos.
Con Beloved comienza la fase colectivista y descerebrada de Toni Morrison. El inversemblante protagonista colectivo de Jazz, novela que se me cayó numerosas veces de las manos (en la última página me pareció que las tenía gangrenadas ya), sigue los mismos derroteros. ¡Qué diferencia con esos héroes solitarios y el enfrentamiento ante la mezquindad del etnonacionalismo colectivo que se pueden disfrutar en The Bluest Eye, Song of Solomon o Tar Baby!
Toni Morrison tituló su última novela Love. Sólo por esta payasada, ni pienso leerla. Y queda claro, al menos para mí, que el rey de la literatura estadounidense negra sigue siendo el gran Ralph Ellison. A él y su magnífico Invisible Man les dedicaré otro post más adelante.