Bienamada
Qué poca sorpresa, qué decisión tan facilona y políticamente correcta la del New York Times al declarar Beloved la novela norteamericana más importante de la historia. Toni Morrison, ídolo y cuasiobjeto de deseo de la edulcorada (en múltiples niveles) y ubicua Oprah Winfrey, es un ejemplo clásico de gran promesa echada a perder.
Beloved, publicada a finales de la década de los ochenta, es una muestra más del pus literario que vino a empañar los que quizá fueron los años más felices de la historia de EEUU. Toni Morrison utiliza a su protagonista como coartada para rascar en las cicatrices del pasado hasta dejarlas en carne viva para delectación abyecta de un público americano amaestrado en la autocrítica de compromiso y la autoflagelación ciega. No en vano la protagonista es una antigua esclava acosada por la reencarnación de su hija muerta. El fantasma, evidentemente, representa la incapacidad de cerrar un pasado doloroso y traumático. La prestidigitación literaria de Morrison, sin embargo, consiste en implicar que la experiencia de una mujer traumatizada por la esclavitud es de algún modo equivalente a los ejercicios de recuperación de la memoria histórica del colectivo negro 125 años después. No, amiga, no: con todo el respeto por su arte narrativo, que lo tiene, pero se le ve el plumero.
La novela tiene momentos sublimes: Sethe lleva a la práctica el glorioso “Give me liberty or give me death” al preferir degollar a sus hijos antes de que éstos sean devueltos al sur del río Ohio en cumplimiento de la infame Ley de Esclavos Fugitivos. Como resultado, la protagonsita, Sethe (el nombre es un juego de palabras que combina la feminización de Seth y el verbo seethe, “ser presa de una agitación violenta”) vive acosada veinte años después por el terror de esa decisión suprema. Las descripciones que hace Morrison de la somatización del trauma, la manifestación física del dolor interior, alcanzan unas cotas de perfección estética que no se veían en las letras occidentales desde el postnaturalismo de Marguerite Yourcenar o Michel Tournier.
Pero la novela desciende al infierno de lo cursi con el sentimentalismo facilón de unos personajes femeninos que piensan más con las tripas que con el cerebro (¡esa obsesión con los dulces!). Esta ficción moderadamente inteligente bordea el ridículo con propuestas pseudofilosóficas como “what is fair is not always right”, pica-pica para el pensamiento progre. Ya no hablemos del racismo cutre que comparten todos esos personajes que repiten “whitepeople” una y otra vez, como si no supiéramos que Toni Morrison está pensando en “white trash”, la misma basura blanca que, mira tú por donde, compra sus libros como rosquillas y la mantiene en las alturas del olimpo literario.
En última instancia, es la comunidad la que salva a Sethe, la misma comunidad que la ha designado como lo abyecto y la ha condenado durante años al ostracismo aparece como un Deus ex machina chirriante del teatro clásico y exorciza al fantasma justiciero de paper-maché. Épica a la Oprah Winfrey (que no en vano protagonizó una versión fílmica aún más desbarrada que ni el saber hacer dramático de Danny Glover pudo salvar) con la que los progrecitos del New York Times pueden ir a dormir tranquilos.
Con Beloved comienza la fase colectivista y descerebrada de Toni Morrison. El inversemblante protagonista colectivo de Jazz, novela que se me cayó numerosas veces de las manos (en la última página me pareció que las tenía gangrenadas ya), sigue los mismos derroteros. ¡Qué diferencia con esos héroes solitarios y el enfrentamiento ante la mezquindad del etnonacionalismo colectivo que se pueden disfrutar en The Bluest Eye, Song of Solomon o Tar Baby!
Toni Morrison tituló su última novela Love. Sólo por esta payasada, ni pienso leerla. Y queda claro, al menos para mí, que el rey de la literatura estadounidense negra sigue siendo el gran Ralph Ellison. A él y su magnífico Invisible Man les dedicaré otro post más adelante.
2 Comments:
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