jueves, abril 12, 2007

Historia de Lapisha

Esta es una historia real sobre los efectos que tiene una devastadora política muy común en los territorios demócratas de EEUU: el low income housing o pisos para personas con renta baja. La cosa funciona así: usted es un constructor y quiere montar un bloque de pisos con el capital de su compañía y el trabajo de sus asalariados... Y con la venia de la autoridad local, claro, que extrae a las inmobiliarias notables pellizcos en materia de permisos, peritajes, impuestos inmobiliarios, impuestos sobre la actividad económica, y lo que su excelencia el alcalde disponga para acelerar el proceso. Hay, sin embargo, un modo de obtener una rebaja sobre la exacción estatista: disponer un pequeño porcentaje de la propiedad construida para pisos con renta limitada, con lo cual las autoridades locales ofrecen créditos fiscales (¿cómo te pueden ofrecer un crédito sobre una cantidad que extraen sin tu consentimiento, me pregunto?). Esta práctica genera un círculo vicioso: a fin de limitar el impacto fiscal sobre sus actividades, la constructora debe crear estas unidades de renta baja que se alquilan a precio de risa. Con el fin de obtener un beneficio sobre su legítimo negocio, la compañía debe subir los precios de alquileres, leasing o venta a los consumidores “normales” (la clase media, vaya). Esta clase media no lo sabe, pero además de pagar sus propios impuestos y el precio del inmueble, está subvencionado los pisos de renta limitada y la cuota fiscal que la inmobiliaria se ha ahorrado.

A los bleeding hearts, las almas bellas de la progresía, esto les parecerá sublime. ¡Qué paguen más los que más pueden! (Sinsentido moral sin fundamento económico alguno) y que el pobre pobre (¿no les parece sospechosa la redundancia?) tenga donde vivir. No importa que esta acción cause un gravamen adicional al consumidor “normal,” de clase media como usted y como yo. Seguramente tampoco les interesa saber que el pobre pobre no puede superar un determinado nivel de renta so pena de perder el apartamento amablemente facilitado y tener que enfrentarse a los precios de mercado artificialmente inflados por la acción tasadora del gobierno local. En resumen: la autoridad secuestra a unos sujetos en la pobreza con el fin de crear ventajas artificiales a una actividad económica libre que sólo están entorpeciendo.

En el curso de mi viaje a Nueva York he descubierto con dolor que una persona a quien quiero mucho se encuentra hundida en esta situación.



Esta exótica belleza se llama Lapisha, Lapi para los amigos. Nació hace veintiocho años en Karandi, un pueblo en el estado de Maharashtra. Habiéndose desarrollado bastante prematuramente (doy fe de ese cuerpo de ola) se mudó a Bombay a la tierna edad de trece años, donde comenzó a hacer de corista en esas insufribles producciones foklóricas a tres horas de duración la pieza que se filman por esos pagos. Trabajó por varios años en esas cintas donde aparecen los mismos consabidos actores y actrices ahora sí y luego también, mientras un sufrido cuerpo de aspirantas baila, hace acrobacias y luce tipito al fondo a la espera de que alguien se fije en ellas. No hubo demasiada suerte más allá de roles secundarios, y después de un encontronazo con un gallito de las mafias musulmanas que controlan la industria cinematográfica en ese país, decidió moverse a Europa. En Barcelona la conocí yo, donde formaba parte del entourage (o cogollito) de su compatriota Padma Lakshmi (más conocida por muchos por ser la actual esposa del escritor Salman Rushdie). La foto más arriba es de una de sus últimas sesiones en la ciudad condal, y es posible que a algunos que vivan en Cataluña les suene de algunos spots televisivos de aquella época (L'Illa, Padeví...) Pero lo suyo era el arte dramático, y como ya sabemos que el teatro en polaco monopoliza la capital de la tolerancia, pueden imaginar que nunca llegó a completar sus aspiraciones.

Habiendo surgido una oportunidad para estudiar arte dramático en NYU, mi aguerrida Lapi le dio vuelo a las ilusiones y se fue con todo lo puesto a cumplir con el sueño americano. Allí ha estado por los últimos cuatro años, estudiando y trabajando a la vez, toreando las restricciones laborales que le impone un draconiano sistema de visados, habiendo tenido que rechazar trabajos: que con un “F” puedes trabajar en un campus, pero para trabajar en teatro necesitas un “H-1”, pero que con el “H-1” no puedes cambiar de empleo, entonces necesitas el “O”. Vamos, un alfabeto que ni el metro de Manhattan. Pero mi amiga Lapisha resistía, compartiendo piso con dos paisanos en Jersey City, hasta que se le presentó “la gran oportunidad” de un piso de renta limitada.

¡Los efectos que tiene la limosna en las personas más trabajadoras! No bien se mudó y se vio pagando la mitad de lo que antes pagaba merced a la protección estatal, dejó uno de sus empleos. Ya no cubre sus necesidades básicas con experiencia laboral, ahora “se divierte” y “vive más la vida”. Le cuesta mantener contacto con sus colegas, ha comprado un televisor... Hasta que un buen día, la limosna termina por matar hasta tus ilusiones. Le llegó recientemente una gran noticia: una pequeña productora neoyorquina está pensand en asignarle un "bolo" como coreógrafa. No es una mina, pero es un paso adelante significativo. Mi amiga se lo está pensando. ¿Por qué se lo está pensando? Porque el "bolo", de seis meses de duración representa un aumento de renta que no le permitirá quedarse donde está, y entonces deberá enfrentarse a los mismos alquileres que paga el 90% de los hijos de vecino. Prefiere esperar a que haya un momento mejor.

Este es sólo uno de los ejemplos de como la acción del estado llega a corromper la voluntad de las personas más industriosas. Si reflexionan, seguro que se les ocurren muchos más en su experiencia privada. Yo le he insistido, le he SUPLICADO que acepte esa oferta. Que la ocasión la pintan calva y el mejor momento de la vida es el presente. Que sea valiente como lo ha sido todos estos años. Que pueden ser quince años de trabajo tirados a la basura por un pisito con en un edificio de apartamentos de lujo por el que paga un 20% de su valor real. He echado mano de mis pocos conocimientos teóricos y, siendo ella una ávida lectora, hasta le he comprado libros (Capitalism: The Unknown Ideal de Ayn Rand y The Moral Consequences of Economic Growth de Benjamin Friedman) confiando en que le ayuden a cambiar de parecer, pero en vista de mi escasa preparación teórica sobre este tema, no sé qué más ofrecerle.

Si algún liberal con mayor formación que la mía quisiera echarme una mano y recomendarle lecturas que puedan hacerle ver la profundidad del agujero en el que está cayendo, Manchego le estará, de verdad, eternamente agradecido.


4 Comments:

Blogger Daniel Rodri­guez said...

"Life at the bottom", de Theodore Darlymple. No es economía y, aunque se centra en Gran Bretaña, es perfectamente exportable. Habla de las consecuencias de la vida dependiente del Estado para la gente más pobre, las consecuencias morales y la infelicidad, sobre todo.

6:04 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

"Yo soy el Diego de la gente", de Diego Armando Maradona.
Desde los orígenes pobres hasta la mayor gloria, pasando por cada una de sus muertes y sus respectivas resurrecciones, por las definiciones sobre sus amigos y sus enemigos, todo está relatado aquí por él, en primera persona, un Maradona íntegro y también íntimo. Es este Maradona que confiesa y que define sin reservas:

"Al Diego, a mí, me sacaron de Villa Fiorito y me revolearon de una patada en el culo a París, a la torre Eiffel. Yo tenía puesto el pantalón de siempre, el único, el que usaba en el invierno y en el verano, ése de corderoy. Allí caí y me pidieron, me exigieron, que dijera lo que tenía que decir, que actuara como tenía que actuar, que hiciera lo que ellos quisieran. Y yo hice. Yo... hice lo que pude, creo que tan mal no me fue".

6:24 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Manchego, pero qué calladito te lo tenías esto, ladrón. A esta ricura le recito yo el catecismo de Hayek del derecho y del revés, y en verso si hace falta.

¿Tienes muchas amigas como estas, picarón?

Y ahora en serio: más que _The Road to Serfdom_, creo que el mejor revulsivo para mentes atrofiadas por la beneficencia, _Capitalism and Freedom_. Ánimo y que la Fuerza esté con Lapisha.

7:00 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Yo no te puedo recomendar ninguna lectura, pero tienes todo mi apoyo y ánimos para que esa persona que tanto quieres logre su felicidad a través de su trabajo y sus ganas de hacer cosas. Soy hijo de inmigrantes gallegos, mi familia trabajó muy duro primero en Palma de Mallorca y después en Barcelona. Mis padres decían que lo más importante en esta vida no era el capital financiero, si no el capital de los conocimientos. Hoy tengo dos carreras universitarias, hablo inglés a nivel de conversación, he tenido tres empresas y actualmente soy consejero en un grupo inmobiliario y financiero. Tengo un buen trabajo, una buena mujer una familia que me quiere y a la que quiero, pero sobre todo tengo... mi libertad (como decía William Wallace) y finalmente, tengo una buena solvencia económica gracias a las tres palabras mágicas: trabajo, constancia y profesionalidad. Un fuerte abrazo y los mejores deseos. Fernando.

11:21 p. m.  

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