La canción será suya pero tampoco es suya
Siento que lo sienta, pero resiento aún más que este señor pretenda hacerse con la propiedad de las palabras. “Libertad sin ira” describe con precisión suma la tenaz resistencia del individuo español y el sentir de la creciente marea antiliberticida que se está generando en España. Paco Herrera debe ser de los que “contra Franco vivía mejor” y desearía que el sentido de su canción quedara anquilosada en la historia mental de la transición entendida como la entronización de Felipe González durante tres negros lustros de la historia de España (que de hecho palidecen en vista de lo que se vive ahora).
El gran T. S. Eliot preconizó la separación de la identidad del poeta y el poema porque era consciente de los múltiples actos de mala fe interpretativa de que son capaces algunos autores y críticos. El caso es que el enfado del señor Herrero me recuerda a otros casos absurdos en la historia de la cultura universal. A Gustave Flaubert intentaron enchironarlo las autoridades francesas porque entendían que la novela promocionaba el adulterio (femenino). En un clásico efecto de grandeur intelectual francesa, las autoridades judiciales no se percataron de que el estilo indirecto libre es un recurso literario por el cual el autor pretende imitar los pensamientos del personaje. No era Gustave Flaubert quien se manifestaba por los placeres extramaritales, sino una pletórica Emma que, gozosa, se repetía (J'ai un amant! Un amant!). Unas cuantas décadas antes, al gran Goethe quisieron responsabilizarlo por la ola de suicidios juveniles que se produjeron en Prusia y Sajonia poco después de su publicación de Die Leiden des jungen Werthers (Las tribulaciones del joven Werther). Es la sobrecogedora historia de un joven (un tanto afeminado) que prefiere suicidarse antes que capitular ante los imperativos y constricciones sociales que le impiden realizar el amor de su vida. La historia cuajó hasta tal extremo entre la juventud alemana, contaminada por el virus rousseauniano que propugnaba que las emociones debían regir la conducta humana (me remito a La nouvelle Héloise).
A mí el cabreo del señor Herrero me recuerda a Linda Lovelace, famosa por su filme Deep Throat, quien decidió por propia iniciativa participar en grandes orgías que se montaban en la vecindad de Nueva York so pretexto de filmar una película. Linda Lovelace se había lanzado al palo por puro gusto, sin reparar en el valor de sus sobrecogedoras capacidades de trabajo ni el atractivo comercial que éste tenía para un público amplio. Años después estos filmes habían generado millones de dólares, pero la sra. Lovelace estaba muy cabreada porque no veía un cuarto. Por eso abrazó las movidas feministas más radicales en cuerpo y alma, hasta que los bolos no daban para más y volvió a ser portada en Penthouse a unos muy bien aprovechados cuarenta añitos. Sin embargo, tal vez si la sra. Lovelace hubiera pensado de buen principio en la necesidad de cuidar y proteger el cuerpo como propiedad con un valor, tal vez se hubiera ahorrado tanto drama y hoy compartiría mansión en San Fernando Valley (California) con otras ex-colegas multimillonarias del sector en lugar de lloriquear en polvorosas librerías de izquierdas en Manhattan.
Al señor Herrero le aconsejo que haga como la sra. Lovelace, y que trague. A lo mejor según la ley española es dueño de los royalties que esta canción genere (otro tema cuestionable que no podemos tratar aquí), pero no lo es de su interpretación. Esto es teoría literaria elemental. Cualquier otra visión daría pie a las autoridades españolas a hacer como esos liberticidas judiciales franceses de otrora, y sentar en el banquillo a pedir explicaciones al autor de cualquier contenido que ponga en tela de juicio las mentiras que día sí y día también pretende imponer el poder estatista. Y esto es algo que hoy en día ninguna persona de bien que tenga dos dedos de frente puede tolerar.
1 Comments:
Que se joda el Sr. Herrero
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