domingo, marzo 04, 2007

Estafados por partida doble


Leyendo El Pais (por favor no se lo digan a mi madre), me encuentro esta noticia que me ha hecho arquear las cejas:

El Tribunal Supremo ha absuelto del delito de estafa a una curandera condenada a dos años y medio de cárcel por comprometerse a cambio de 18.000 euros a curar a un enfermo terminal de cáncer. La sentencia del alto tribunal afirma que "la esperanza es humanamente entendida, pero la confianza en la magia no puede recabar la protección del derecho penal".

Lo he charlado a la hora del café con un conocido que entiende en leyes. En su opinión la sentencia es perfectamente legítima. Principalmente porque estas personas tuvieron a su alcance unos datos objetivos, con los cuales cometieron una decisión equivocada. Si no hubo coerción contra los estafados o un engaño deliberado sobre cómo se iba a cometer el procedimiento, no hay razón para demandar una acción penal. En suma: las víctimas deberían haber llevado su pleito por vía civil (es probable que su abogado les haya estafado también, ya que los procedimientos penales son más costosos).

Entusiasmado por las explicaciones de mi amigo, le di a la conversación un cariz randiano. ¿Qué es lo que lleva a unos jóvenes con educación media no a dejarse engañar sino a buscar la tutela de un poder judicial que los saque a la fuerza del lío en que se han metido? Qué duda cabe que el que tiene boca se equivoca, y en un momento doloroso como la pérdida inminente de un padre alguien puede tener lapsos de juicio. ¿Pero quién es un individuo para exigir a un poder judicial que actúe como mamporrero cuando él mismo no ha sabido autoprotegerse? No estoy culpando a las víctimas de la estafa, sino a un Estado hipertrofiado que nos intenta meter en la cabeza desde muy pequeños que está allí para “proteger a los más débiles,” induciendo en las personas una desidia en la cura de los propios intereses, esperando “si las cosas no salen como yo quiero, le meto una demanda a...” Por desgracia, los poderes del Estado son generalmente mucho más limitados de lo que parecen, y no pueden (ni deben) proteger contra los lapsos de juicio personal. Imagínense un mundo donde pudiéramos denunciar a los fabricantes de Caprice des Dieux porque uno no alcanza sensaciones orgásmicas al tomarse el quesito, o porque el nuevo Mitsubishi Gallant viene con 300 caballos pero sin hembra de alto standing en el asiento del acompañante... Pues aunque no lo parezca, hay gente que vive en ese mundo: son estafados por partida doble.