Breve glosa del ecofascismo y los oscars
Hay una regla de oro en política que nunca falla: toda estupidez no sólo es susceptible de ser superada sino que, en la práctica, es siempre e inevitablemente superada. Lo vemos a menudo entre los que viven de ella, y si no van más allá es porque pisar el acelerador pondría en entredicho la paga del mes. Entre los que se dedican a teorizar en universidades y ONGs, en cambio, la cosa cambia. Si el discípulo no supera al maestro en desvarío y chifladura ni uno es discípulo ni el otro maestro.
Cuando creía haberlo visto todo en cuanto a servilismo, ideas descabelladas y modos de perder el tiempo a costa de los demás, me he encontrado con una corriente de "pensamiento" que deja en la cuneta todo lo que ha pasado delante de mis ojos en los últimos veinte años. Se trata del especismo, un "ismo" idiota a añadir a otros tantos, que, de puro extravagante que es, me ha llamado tanto la atención que me he informado de qué y contra quién va.
Fue creado por un psicólogo británico llamado Richard Ryder en la década de los setenta y consiste en la creencia de que todas las especies, bueno, no todas, sólo las animales, son iguales y están dotadas, por lo tanto, de los mismos derechos. Debidamente hilvanada la teoría sobre un principio tan absurdo, el psicólogo concluyó que los perros, los gatos o los chinches de los colchones son exactamente lo mismo que los seres humanos y como tal hay que considerarlos. Quien no comulgue con esto es algo parecido a un racista. Así de simple.
Fernando sigue por la misma línea, así que seguid leyendo vosotros, la cosa lo vale. A mí me sugiere varios posts: uno sobre el terrible páramo intelectual que son las burocratizadas universidades (públicas y privadas) frente al dinamismo y la fertilidad de estructuras mucho más libres y autoorganizadas como los think-tanks. O sobre la necesidad de denunciar las perversas raíces de negación de la civilización que encierra un bobo ascetismo ecofascista, que en sus formas más extremas nos querría devolver al neolítico, si no antes, y tiene a los indígenas nómadas del desierto australiano como modelo no reconocido para su destrucción del bienestar que el progreso material nos ha proporcionado, gracias al capitalismo, la investigación científica, el desarrollo tecnológico y el mercado.Sin embargo, prefiero comentar los Oscars, que mi insomnio me permitió ver casi hasta el final. Por mucho que quieran los progres, la boba de Penélope no es Helen Mirren; ni una película confusa y fantasiosa en el peor sentido la palabra, una película que exalta a los maquis, esos disciplinados estalinistas dispuestos a ejecutar a los "enemigos del pueblo", no es un espléndido y profundo drama humano de denuncia del imperialismo soviético y la dictadura comunista. Hay especies y especies, y por muchas nominaciones y hasta oscars (como el que se llevó la tontada falsa de Gore) que se lleven ciertas mentiras progres, siempre habrá necesarias diferencias. Entre películas. Entre especies. Entre, por qué no, ¿eh?, individuos libres.
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