jueves, octubre 19, 2006

El problema no es la ETA

Yo no soy especialista en Economía. Digamos que en otra época no despreciaba, pero sí ignoraba esta ciencia. La consideraba una disciplina cuya obsesión por el materialismo no dejaba de tener, a mis torpes ojos, un tufillo marxista. Sin embargo, con el tiempo descubrí las virtudes del liberalismo no ya como mecanismo de asignación de recursos a partir del mercado, sino también como una filosofía de orden social basada en la libertad. Empecé a leer a hayek, a von mises, a otros y entendí muchas cosas.

Entendí, por ejemplo, que la riqueza no es un juego de suma cero. No, señores, la riqueza se crea y se destruye; procede del trabajo, de la inventiva y de la habilidad para dar al mercado lo que quiere. Y estas aptitudes no se generan con un decreto ley, con una subvención o con un 0,7%. Vienen de la actitud de emprendedor, del empresario. Que no trabaja de forma altruista. Al igual que yo aguanto a los cachorros de la Logse por dinero, él busca los mejores precios, contrata a los empleados más eficientes, olfatea nichos de mercado y se pelea con la competencia por eso mismo, por dinero. Más concretamente, no por dinero, sino por la expectativa de ganar dinero. Si no hay expectativa o la expectativa está sujeta a incertidumbres, no juega.

El mal llamado proceso de paz emprendido por el presidente del Gobierno -y glosado por sus genuflexos escribas- tiene como presunta ventaja una reactivación económica del País Vasco. Al parecer, dicen, el terrorismo y el impuesto revolucionario secaban las inversiones productivas en las Vascongadas, con la consiguiente pérdida de riqueza potencial. La perspectiva del fin del terrorismo hará que regresen a esta zona las empresas deslocalizadas, y obrará una suerte de milagro económico a la mayor gloria de nacionales y socialistas.

Dejamos aparte, por un momento, el hecho, oscurecido por los sacamantecas del cine español y las rosas blancas, de que la tregua de la ETA no ha supuesto que se deje de cobrar el impuesto terrorista, que acabe el terrorismo callejero o que cese el acoso terrorista a los que disienten del pensamiento euskaldún, cada vez más único.

Sólo un necio que ha vivido toda su carrera de la sopaboba pública puede pensar que los empresarios se acongojan por el terrorismo. No señores, los empresarios no se acongojan porque, si no, serían otra cosa. Hacen negocios donde haya mercado; con terrorismo y sin terrorismo, con guerras, terremotos, inseguridad, como podemos ver en cualquier parte del mundo. Desde América hasta Bangladesh, pasando por África, donde ustedes vean que se crea empleo y riqueza hay un empresario detrás, por muy inhumano que sea el entorno ... ¿Cómo es posible? Muy sencillo, sólo hay que meterlo en la ecuación de costes-oferta-demanda. Un empresario sujeto al acoso de los delincuentes sólo estará dispuesto a trabajar y arriesgar el pellejo a cambio de más beneficios. El impuesto terrorista también acaba repercutiendo en esta relación entre ingreso y coste. Al igual que se hace, por ejemplo, con los impuestos estatales que, por cierto, también se recaudan a partir de la fuerza coercitiva...

La mano invisible del abuelo Smith funciona de nuevo, y el mercado encuentra el equilibrio. Un equilibrio distinto del que alcanzaría, obviamente, en el supuesto de que no hubiese impuesto terrorista ni amenazas, pues de esta forma el empresario podría crear más empleo y más riqueza. Y este equilibrio sería aún más óptimo si tampoco existiese el otro impuesto, el que pagamos todos, también bajo amenazas. La competencia en la prestación de servicios de seguridad que sería conveniente en un mundo liberal teórico no termina de funcionar en este caso, debido a la falta de respeto de los etarras por la vida y la propiedad privada. Pero esto sigo convencido de que la seguridad, como cualquier otro bien o servicio, debe estar en manos del mercado siempre que se respeten estos derechos.

De hecho, este matiz aparentemente estúpido es la clave de la cuestión. Porque la ETA no es el problema, señores. El problema está en otro lado, en la etnicista clase política que dirige ahora el mal llamado País Vasco. En el mensaje que se envía a la clase empresarial. Con el actual proceso de rendición sobre la mesa, los dos gobiernos dicen una cosa muy clara: “Leed mis labios, nada nos va a echar del poder. Ni a mi ni a mis amigos”. Esa es la expectativa. La de que la falsa paz, la paz de los cementerios, unida al cerco político y mediático a todo el que no comulgue con las monumentales ruedas de molino nacionalistas y socialistas, perpetúe en el poder a personas cuya falta de respeto por todos los valores que nos definen como civilización es tan palmaria como escalofriante.

No se extrañen, señores, si con los supuestos avances del presunto proceso de paz se aceleran las desinversiones y la destrucción de riqueza en el País Vasco. No se extrañen porque, si piensan sólo un poco, se darán cuenta de que si fuesen empresarios ya estarían preparando las maletas hacia otras partes del mundo, ante la perspectiva de un nuevo Régimen, un nuevo Reich sometido al dictado del Rh negativo en el mejor de los casos, o a una Euskadi independiente, esa ensoñación suicida que, acompañada seguramente de autarquía, proteccionismo y subvenciones a mansalva, llevará al abismo el esfuerzo de la clase empresarial que ha soportado asesinatos y chantajes. Las peticiones de autodeterminación, el famoso Estatut, la anexión de Navarra (parece ser que no soportan que se gobierne bien si no lo hacen ellos)… Todo tiene un precio, y el de los disparates cometidos por este Gobierno lo sufrirán los vascos en sus bolsillos. Claro que la algarabía de rebuznos con la que se celebrará la paz no dejará ver la realidad. Si acaso, ésta será convenientemente ocultada, como tantas otras cosas. Y si no, al tiempo.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

http://www.flickr.com/photo_zoom.gne?id=274245785&size=o

3:22 a. m.  
Blogger Militos said...

Aunque hace tiempo que escribiste esta entrada, me ha gustado particularmente. Soy economista aunque sólo he ejercido en el ámbito de un hogar con diez hijos, pero algun conocimiento me queda. Y digo que tu enfoque al terrorismo es original pero está muy bien planteado.
Me gusta este blog, ¿por qué no lo actualizas?.
Un saludo

9:51 a. m.  

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