Secuestro estatal
Pasa a cada momento: las autoridades aeroportuarias tailandesas o indonesias realizan un registro al azar en la bolsa de un turista accidenta y ¡oh, casualidad! Aparece una bolsita de heroína. El acusado o acusada pasa por un mortificante proceso tercermundista y recibe una severa “condena ejemplar.” La prensa local, patrocinada por el estado, pasa diariamente imágenes para ponerla dura a la plebe: las autoridades no se doblegan ante el desprecio imperialista del traficante español o el turista australiano que vino a explotarnos, etc. etc. La prensa occidental, por su parte, pasa también reportajes de lágrima viva con la injusticia cometida.
Entretanto, lo que sucede entre bastidores es que al embajador español, o australiano, o japonés (no, con los estadounidenses todavía no hay cojones, pero esperen) tiene que ir a ver al ministrillo de turno a ver cómo se puede arreglar el tema. ¿Revisión del proceso judicial? En absoluto, la cosa siempre termina con “reparaciones” o “ayuda humanitaria”, de la cual un suculento porcentaje queda en manos de los politicastros locales de turno, tras lo cual se hace una nueva revisión del "proceso," y, tachán, resulta que a los jueces les viene un ataque de sentido común y liberan a la víctima (con foto, claro, para salvaguarda del honor del Estado pagador).
Esto se llama SECUESTRO y el criminal es el ESTADO.
El caso más reciente, del que he de confesar que hasta hoy no sabía nada, es el de los llamados “seis de Trípoli.” Cinco enfermeras búlgaras y un médico palestino han sido condenados a muerte. Son los chivos expiatorios de un contagio masivo de HIV en un hospital público de la capital libia un año antes de que los procesados llegaran al país. Ni que decir tiene que el movimiento tiene el objetivo, de cara al público, de promover la imagen de las autoridades judiciales locales. Como no, de tapadillo las intenciones son otras. En Bulgaria ya se están bajando los pantalones.
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